lunes, 9 de abril de 2012

Adios a Mishu.








 Todos te echaremos de menos, pero sobre todo Kenia que ya no tendrá con quien dormir.

miércoles, 28 de marzo de 2012




En marzo llegas, con tu manto verde

Y un millón de estrellas

Llenas la pradera de luz y color

Lo inundas todo con tu aroma

A hierba verde y jazmín

Llegas sin avisar.

jueves, 16 de febrero de 2012

Chiqui.

Salí corriendo, sin mirar atrás, corrí, corrí, corrí hasta que mis piernas se quedaron sin fuerzas y mi pecho se quedó sin aliento. Nunca volvería, nunca volvería a permitir que se me tratase así, sin cariño, con menosprecio, siempre la última a la hora de la comida, la última a la hora de los juegos y las caricias, fuesen más grandes o más pequeños, nunca jamás me volvería a dejar avasallar.

Caminé sin rumbo durante días, me dediqué a vagar de un lugar a otro, sin saber a donde me dirigía, me daba igual a donde me llevarán mis pasos, uno tiene que ser valiente, luchar por lo que quiere, el camino hacía lo que uno desea no siempre es liso y llano, y nunca está libre de obstáculos.

Comía cualquier bichito que conseguía cazar y bebía del agua que el rocío dejaba en la hierba.

Así anduve unos días, hasta que llegué a un pueblo, pensé que por fin había llegado a mi destino, pero nada más lejos de la realidad. El recibimiento me lo dieron a mordisco y ladridos, me hicieron correr hasta que me echaron del pueblo, no me querían allí, ni siquiera se molestaron en preguntar, en saber si necesitaba algo, o que es lo que quería, ya eran demasiados y no podían repartir la poca comida que tenían con ninguno más.

Así que seguí caminando, caminé hasta llegar a un cruce, y ahora ¿para donde? derecha, izquierda, de frente,…, estuve allí parada un buen rato, pensando que hacer, que camino coger, hasta que al final, de frente, siempre de frente, con la cabeza alta y siempre mirando hacia a delante.

Llegué a otro pueblo, pero no tenía pensado quedarme, ni siquiera tenía pensado en husmear por allí, no se por que, pero sabía que aún no había llegado a mi destino.

Seguí adelante, y de nuevo otro cruce. De frente, siempre de frente…

Otro pueblo, adelante, seguir caminando sin parar, aún no había llegado a mi destino.

Otro cruce, otro pueblo,…, ya está, aquel era el final del camino, no había más a donde ir, llevaba semanas vagando de un lugar a otro y por fin creía haber encontrado mi sitio.

La primera vez que les vi estaban dando de comer a sus animales, me fijé con el cariño que les trataban y eso me gusto, así que decidí que era ese el lugar en el que me quería quedar. Ahora tenía que mirar como acercarme a ellos. Decidí ir de cara. Cuando eché a andar hacía su casa ellos salían, me miraron, pero no dijeron nada, siguieron su camino, como si yo no estuviese allí, bueno aquello no había funcionado, pero eso no me amilanó, volvería a intentarlo.

Pasaban las horas y no volvían, empezaba a hacer frío, tenía que buscar un lugar donde resguardarme para pasar la noche. Encontré un contenedor cerca de su casa, era un lugar como otro cualquiera, en peores sitios había pasado la noche durante estas últimas semanas. Estaba tiritando con el frío, en realidad ya no se si era frío, hambre o desesperación, ahí estaba yo con mis pensamientos, cuando los oí que se acercaban. Venían subiendo la carretera y hablando entre ellos, entonces me vieron y se quedaron un rato mirándome, sin decir nada, yo con las piernas entumecidas por el frío casi ni me moví, solo los miraba, ellos sin embargo, pasado un rato siguieron su camino, sin importarles aquella perrita que se quedaba allí sola, tiritando de frío y muerta de miedo.

Por que no había salido a saludarles, a decirles aquí estoy, os he estado buscando toda mi vida, y por fin os he encontrado, pero no, me quedé allí parada, quieta sin hacer nada, lo había echado todo a perder, todo lo que deseaba, ahora que sería de mi a donde más ir, seguir adelante o morir allí. Que estaba diciendo, morir, no, no había hecho aquel viaje para nada, no había pasado por todo lo que pasé para nada, no, no me iba dejar vencer, si no eran ellos, serían otros, y si no yo sola me bastaba.

Al cabo de un rato volví a oír unos pasos, eran ellos que me traían algo de cena, al final les había dado pena. Dejaron los restos del pollo en el suelo cerca de mi, con miedo me acerqué, y salí corriendo con la comida, tenía tanta hambre que ya casi ni veía, cuando me di cuenta ya no estaban, se habían ido, volviendo a dejarme sola.

Yo seguí allí, esperando, si me habían traído de comer quizá si les importase algo. Al día siguiente pasó él en el coche, así que pensé, cuando vuelva lo seguiré y entonces cuando me vean en su casa ya no podrán echarme, y así fue, eché a correr detrás del coche y cuando llegué a su casa, ¡¡¡vaya!!!, había una mastín, un gato, dos pastores alemanes y una setter, la verdad es que cuando los vi pensé que me echarían, eran muchos, pero no, me llamaron, me dieron de comer, y me acariciaron. Llevo con ellos unos años y se que pasaré el resto de mis días con ellos.

Creo realmente que ahora soy feliz.

lunes, 10 de octubre de 2011

Mi nombre es Leboreiro, al que antes llamaban Pancho. Mi nombre se debe a la "Serra do Leboreiro", que forma frontera entre Ourense y Portugal, es una muestra de arquitectura medieval e infinidad de ejemplos de arquitectura popular, hay múltiples túmulos y dólmenes del Paleolítico, reúne más de 130 monumentos del año 4300 antes de Cristo. El uso del suelo sigue siendo el de alimentar a una gran cabaña ganadera con pastos renovados cada año, manteniendo así un sistema ancestral.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El cerdo y el caballo.


Le dijo el cerdo al caballo:

- Amigo, cuídate de la noche en la que te dan mucho de comer. Por que mañana te harán trabajar.

Entonces le dijo el caballo al cerdo:

-Y tu cuídate de la noche en la que no te den de comer....

viernes, 16 de septiembre de 2011

Inicio.


No se como, ni porque pero aquel verano cambió mi vida.

Nací en el mes de abril del año 2006, en el monte Castrove, mi madre Era, una yegua castaña, dicen que me parezco a ella. Mi dueño me bautizó con el nombre de Pancho, por que yo era demasiado pacífico, sosegado y manso, como para haber nacido en libertad. Los primeros meses de mi vida transcurrieron felices, tranquilos con la compañía de mi madre y mi hermana mayor. Los montes que nos rodeaban estaban cubiertos por un inmenso y hermoso manto verde, lleno de todos esos manjares de los que es tan rica nuestra tierra. En la manada en la que vivía había algunos potrillos como yo y nos pasábamos todo el día corriendo y saltando, subíamos y bajamos, todo el día jugando.

A principios de verano, algo pasaba, los mayores estaban inquietos, mi madre no decía nada, pero yo sabía que algo la preocupaba, estaba nerviosa, no paraba de caminar de un lado a otro, escudriñando el horizonte, como si presagiase algo, no se lo que, pero en mi interior sabía que no era nada bueno. Decía que hacía más calor que de costumbre, el pasto empezaba a escasear y el agua ya no fluía como antes.

De repente, un día lo vimos, era un humo negro, denso, que casi no nos dejaba respirar, y detrás de el venía el infierno, unas lenguas de fuego que lo devoraban todo a su paso, no dejaban nada en pie todo lo que tocaban lo destruían, árboles, matorrales, animales,…, mi madre nos obligaba a correr, correr cada vez más rápido sin descanso y yo corría no sabía muy bien hacía donde pero yo corría, corría, hasta que ya no pude más y dejé de correr, entonces miré atrás y,…, el corazón me dio un vuelco, mi madre no estaba, no la veía por ningún lado, intenté regresar a buscarla pero mis cascos se quemaban, se pegaban al suelo de aquel monte que una vez había sido verde y hermoso, y ahora ,…, era negro y desolador, allí me quedé plantado con el resto de la manada que había conseguido salir de aquel infierno. Me pasé días esperando el regreso de mi madre y mi hermana, pero el tiempo pasaba y no había noticias de ellas. Y ahora que iba a hacer yo, sólo, sin nadie que me cuidase, que me alimentase. La manada empezó a alejarse de aquel doloroso y árido desierto en el que se había convertido mi hogar. ¿Qué hacer? , ¿quedarme ahí parado, solo y triste o seguir a la única familia que me quedaba?, tenía que ser valiente, seguir a delante, seguir a la manada, tenía que empezar a entender que mi madre ya no volvería, había muerto, había dado su vida por mí, porque yo siguiera vivo.

En aquellos días aprendí lo dura que es la vida, cuando eres pequeño y estás indefenso, piensas, que puedo hacer: sobrevivir. Así que me decidí, seguí a la manada, tan solo para encontrar algo de protección y compañía, por que el cariño que me diera mi madre ya nadie más me lo iba a dar.

Rápido entendí que tenía que empezar a valerme por mi mismo, a ser independiente y a recordar todo lo que mi madre en tan poco tiempo me había enseñado, lo que podía y no podía comer, a donde ir a beber, a evitar los peligros que me acechaban,…, y con el tiempo todo volvió a ser como antes, o casi.

Me fui haciendo mayor y los amigos con los que había jugado en mi infancia, los que quedaban, empezaron a pelearse conmigo, me daban patadas y mordiscos, de los cuales aún hoy tengo alguna que otra marca en mi cuerpo, yo no entendía porque lo hacían, pero supongo que era el momento de que cada uno creara su propia familia.

A principios de la primavera del año 2009 pasó algo que volvería a cambiar mi vida por completo. Una mañana de marzo, cuando el monte aún estaba adormilado empecé a oír el ruido de unas motos, y unos jinetes que subían hacía donde yo estaba, ¿Qué hacían allí?, ¿Qué querían de mí?, no era agosto, aún no era el momento de bajarnos del monte para raparnos las crines y marcar a los potros. Intenté apartarme de su camino pero no hacían más que seguirme, acorralarme, empujarme monte abajo, no entendía nada.

Al final me llevaron y me encerraron en el curro.

Que iba a ser de mi, no lo sabía, lo único que si sabía es que ya no volvería a aquel monte.

A la mañana siguiente volví a oir el sonido de motores, pero esta vez no eran motos sino algo más grande, eran coches y uno de ellos llevaba un remolque en el que ya muchas veces había visto desaparecer a más de un amigo.

Estaba tan agotado que ni siquiera me podía levantar, me daba igual lo que hicieran conmigo, me daba igual, lo había perdido todo y ya nadie me iba a echar de menos en aquel lugar.

Me subieron aquel remolque y me llevaron muy lejos de donde yo había nacido, lejos de todos mis recuerdos.

Cuando abrieron la puerta y me dejaron salir, ah!, no podía creer lo que mis ojos veían, ante mi se encontraba un inmenso prado verde.

Con miedo fui saliendo del remolque, mirando a un lado y a otro, todo aquello no parecía real. Allí estaban las personas que me habían ido a buscar, no se porque pero desde un principio no sentí miedo de ellas, cuando los miré solo pude ver en ellos alegría y cariño, decían que por fin habían encontrado el caballo que tanto habían buscado.

Cuando salí eché a correr, rebrincar, relinchaba de alegría, me revolcaba en el suelo. Pasaron segundos cuando de detrás de unos árboles vi salir otros caballos, eran yeguas, las más hermosas que jamás había visto, me acerqué a ellas, nos presentamos y echamos a galopar todos juntos, por fin había encontrado a mi familia.